
El pequeño que residía en barrio Mocoví de la ciudad de Recreo, fue encontrado sin vida al noreste de la localidad. La desaparición fue denunciada el miércoles, había sido visto por última vez al medio día en el comedor de la Escuela Com Caia, al que asistía todos los días para recibir el almuerzo. Alrededor de las 22hs del día de hoy, se habría encontrado el cuerpo, aparentemente el niño fue descubierto en condiciones de ataque canino.
Ésta tristísima noticia hace necesario reflexionar sobre éste caos sistémico del que somos parte. Hoy el Panorama de hambre, de violencia y de desamparo, panoramas en los que intervienen niños, niñas, jóvenes y adultos, son todos “significativamente” vulnerables. Si el desamparo, como determina el diccionario, es la “falta de recursos para subsistir”, a la falta de comida, de techo, de salud, de seguridad, se suman la fragilidad y la inconsistencia de los discursos que sostienen el vínculo social. Todos los que intervienen, son testigos del debilitamiento de un tejido simbólico que estructura las ideas y las creencias. La del modo de ser dramático de los acontecimientos se ve impulsado en sus efectos por el empobrecimiento de las significaciones que brindan el amparo necesario frente a lo incomprensible.
¿Qué posibilidades tiene hoy la ciudad de formar esa red de significaciones que protege, que resguarda, y que posibilita por esa vía el acceso a la cultura, cuando la realidad se presenta con la virulencia que conocemos? ¿Qué márgenes tenemos hoy los adultos que habitamos la ciudad, de constituirnos en “esos Otros que mantienen algún grado de integridad” para tejer una red significativa que aloje lo que irrumpe como una realidad irracional?
Hoy es imprescindible detenernos en estas diferencias entre niños, niñas y jóvenes por un lado, y adultos por el otro, acentuando las responsabilidades diferenciales en el universo mismo de los adultos, llámese Estado, los funcionarios de gobierno, padres y madres. Debemos incursionar en una zona que contribuya con evitar que los adultos, en la ciudad incrementemos el desamparo que padecen los más jóvenes, y el que deviene de su propia condición de niños, niñas y adolescentes. Detenernos en esas diferencias, que no son otra cosa que diferencias generacionales para ponerlos al amparo del sinsentido de crisis de valores y la complejidad de nuestros tiempos.
Pensar las dificultades que tenemos los adultos para sostener la asimetría cuando la conmoción también nos toca, constituye un recaudo en tanto que obviar esa distancia pone en riesgo de potenciar y duplicar el desamparo de quienes portan, además, la vulnerabilidad propia de su condición infantil. Se trata de evitar que los chicos/as queden librados a su propia suerte, no haciéndoles faltar esa distancia en la que una trama de sentidos pueda alojarse en nuestra ciudad.
Hoy es imperante la necesidad de pensar y operar sobre las dificultades que tenemos hoy los adultos para sostener una asimetría frente a los niños, niñas y jóvenes, que constituye en definitiva, el soporte de esa red de significados que ampara y protege.
Cabe reflexionar: Los recreínos ¿somos una sociedad complice hacia el desamparo de nuestros niños, niñas y jóvenes?